jueves, 18 de agosto de 2016

Ausencias

Me preguntas que quién me falta
como si procedieras
de un mundo macizo,
de una tierra inhoradable
en dónde nadie sabe de huecos.

Si la memoria existe,
y no es sólo novela de ficción
transformada en guión de película,
si la memoria existe
es para poder hacer inventario
y facilitar el minucioso recuento
de todo lo que vamos perdiendo
poco a poco.

Los huesos de la vida están llenos
de cavidades aisladas, de agujeros,
que la hacen más liviana, le quitan carga
y, al mismo tiempo,
la mantienen más difícil de quebrar.

A veces se comportan como heridas,
es cierto -y, si la memoria existe,
es para taparlas con cicatrices
y proteger la médula de la intemperie-
pero sólo son oquedades tácitas,
puntos por dónde el mundo deja de ser opaco
y permite que pase la luz.

Son huecos como los que viven entre letra y letra,
como los espacios que hay entre palabras,
sirven para respirar en mitad del párrafo,
para darle orden y claridad al mensaje,
para que podamos cerrar un momento los ojos del libro
entre página y página.

Y aunque, de tanto en tanto
reclamen nuestra atención sobre una playa,
bajo un aroma cercano o entre los versos
de un poema que nos cae encima
y nos aplasta durante un momento,
sólo molestan para anunciarnos
con su silencio tibio, con su dolor endeble,
que hay que seguir con la vida.

Y que va a cambiar el tiempo.



MONÓLOGO

Cada palabra es una clave
y una explica la otra
y todas juntas
no alcanzan a decir
lo que yo quiero.

Soledad, por ejemplo,
es como un hueco enorme
o una piedra cayendo en el vacío
o el dolor en el pecho
cuando niño te quedas en la calle
sin conocer a nadie
o viene el padre y parte
y entonces la ternura
se convierte en lágrimas,
en odio, en largo desconsuelo
y hasta te hiere el aire
y caminar no basta
y dormir es morir pero te duermes.


Soledad no es el acto de estar solo,
es buscar en los otros tu estatura,
tu dimensión exacta,
o más bien repartirte,
formar un ancho coro de ti mismo
y luego no encontrarte en los que pasan.
Qué soledad la del que pide a gritos,
a golpe de ternura en medio de la gente,
que la risa sea risa
y que el odio sea odio,
que la mano apriete fraternal
o clave su cuchillo,
y que el hombre sea hombre
por encima de todas las miserias.

Cada palabra es una clave
y una explica la otra
y todas juntas
no alcanzan a decir
lo que yo quiero.

(Waldo Leyva)

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