Dudo mucho que los astros tengan conciencia propia y se alineen a propósito para perjudicar o favorecer a alguien. Y si lo hicieran, desde luego, se fijarían en gente y asuntos más importantes que los míos.
No obstante, además de las mesas cojas de los bares, últimamente me persiguen frases, ideas, esbozos de pensamiento que no consigo atrapar convenientemente, pero sí reconocer en el regusto agridulce que dejan cuando se van alejando de la consciencia.
Me las pregunta facebook en cuanto lo abro, o las muerde Bob Dylan en una de esas canciones suyas que raspan si te las untas sin anestesia. O vienen envueltas en películas, o las esquivas gracias al muñeco verde cuando las escuchas por la espalda en mitad de un paso de peatones.
Las descubro en afirmaciones que te lanzan con la inocencia de quien cree sinceramente que es su corazón el que habla; y las percibo, por último, en respuestas retóricas, en las frases de azucarillo, en el calor que da el insomnio a eso de las cuatro de la mañana.
Digo que me persiguen, aunque dudo mucho de las alineaciones de los planetas y, sinceramente, me parece que no es para tanto que tauro esté en la casa de luna o que mi ascendente de esta semana sea sagitario.
Digo que me persiguen y sé que sucede justamente lo contrario: que soy yo quien las detecta sin esfuerzo, como si anduviese agazapado, esperando que aparezcan para atraparlas. Mejor aún, como si flotasen al azar por todos lados y fuese yo el que las colocase en este desorden que tan llamativo me parece.
Y digo que sé que están a punto de llegar pero, en realidad, lo que sucede es que estoy a punto de ir a por ellas, que soy yo quien las alinea en renglones a propósito, que las persigo como si de ellas me dependiera existir.
Escribir es un veneno y, al mismo tiempo, su único antídoto. Y no saber por dónde empezar es, como en todas las adicciones, su éxtasis y su mono.
Como te decía, hay que aprender que no saber por dónde empezar es un nuevo principio del siguiente poema.
Poema sin terminar
No está terminado este poema,
los voy gestando lentamente,
vivo despacio si nadie me empuja,
ando distraído por las orillas del camino.
Voy y vengo varias veces, hago zigzag
en el trayecto y, posiblemente,
parezco no querer llegar cuando acometo
un nuevo recodo invisible, otra esquina
del siguiente rodeo, la próxima parada.
Este poema no está terminado.
Aún tienen que llegarle otros versos
que ya palpitan esperando
nuevamente tus ojos, otro encuentro,
desiertos nocturnos, palabras de tus labios,
renglones en los que puedas quedarte
y tu turno de palabra.
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