martes, 10 de mayo de 2016

Alquimia

Pardo es el color 
de los recuerdos que quedan olvidados 
entre las páginas de los libros, 
perfumados en un vago olor 
a imprenta recién abandonada a su suerte.

Luz atrapada 
en la rendija de una pupila fría. 
Rostros pasados, de quienes fueron 
protagonistas de nuestra vida, 
deformándose en el cuarto oscuro 
y nostálgico de la memoria lejana.

Nada de lo que se ve es real, 
tan sólo pasado. 
Todo es mentira. 
Alquimia de luz dolorosa y dormida. 
Tan sólo suspiros de tiempo, 
descongelados y revividos. 
Que trastocan la sincronía del corazón 
cuando pasamos las manos, 
con dulzura o con alivio, 
por aquellos rostros jovencísimos.
 
Renuncio 
a volver la vista atrás, 
renuncio a rodar, otra vez, 
por el mismo precipicio. 

Ya no soy yo.

He respirado tanto aire 
y tantas veces he caído, 
que no puedo ser el chiquillo de ojos oscuros 
y rostro tímido, 
que me llama por mi nombre 
desde las hojas del libro. 

Como tampoco seré 
el mismo que lea mañana 
las letras revueltas 
que en este momento 
escribo.

De mí sólo quedará, 
tal vez, 
la música de tus labios, 
tarareándome el estribillo.

Punto de partida

Es cierto que pasamos, que después quedan las huellas, que se mira atrás cuando no se ve nada claro lo que hay delante. Que nada se aleja más que el pasado, que nada duele, sin embargo, tanto como aquello que no se hizo.
 
Reflexiono mientras paseo por esta orilla, busco los puntos de inflexión que me trajeron a esta curva, repaso las encrucijadas que me atraparon y recuerdo con cierta nostalgia su esplendor y su miedo.

Me voy echando a las espaldas mi propia inconsistencia, el arcón de los defectos y la sal de alguna lágrima que se me pudrió dentro sin llegar a ver la luz. Me veo salir de mí mismo y me sorprendo -¿quién es este que voy a ser?-, me noto cambiar pero sigo en el centro, me noto ir y venir a la vez.

Adoro esta incertidumbre que me mantiene despierto, disfruto mirando este desierto que me espera cálido y amenazante, este trayecto que no tiene más caminos trazados que los que dejan mis pisadas erráticas, torpes, sonámbulas, pero hechas a la imagen y semejanza de mis pies.

He dejado de caminar recto y, sin embargo, sé que no estoy más perdido de lo que antes estuve. He olvidado la prisa porque aunque ya nadie me espera, yo sí que lo espero todo. Mantengo el miedo a llegar, no consigo sacudírmelo, pero he perdido el miedo atroz que me daba llegar solo.

De momento, sólo pretendo ocupar el espacio. Con eso me conformo hasta la siguiente cuenta atrás, hasta la próxima huida, hasta las equivocaciones que me acechan; hasta ese punto de partida que aún está por venir o por deshacerse en arena.

domingo, 8 de mayo de 2016

Relatividad



Supongo que espacio.

Porque, ahora que las preguntas
no se crean ni se destruyen,
sino que se transforman,
y la espuma del atlántico se filtra
en los finales de cada frase,
cada minuto sostiene en el aire
una revolución pendiente de analíticas.

Porque acaba llegando la zozobra,
cuando soñar consiste
en traicionar y traicionarse al mismo tiempo,
y cada cepillo que barre
es una invitación velada
a pagar las cuentas y calcular de memoria
el modo de volver a una casa vacía.

Porque entre bromas y veras y bares
es más fácil esconderse del miedo,
porque esperar es un antro decadente
del que ni siquiera nos salva
la liturgia del amoniaco.

Supongo que espacio es la respuesta
cuando el tiempo es tan tóxico
que quema en los relojes al respirarlo.

Supongo que espacio es la respuesta.
Y, mientras respondo, animo poemas
con los litros de vodka que me corresponden
por llegar siempre muy tarde a todo, a todos
y a sus preguntas relativas.

miércoles, 4 de mayo de 2016

Llamada



Frágil como el cristal de una copa
que ofrece sorbos de deseo,
tenías la piel llena de labios
y un suspiro que yo te había dejado
en el borde del cuello.

Eras aquel calor de cuerpo medio desnudo
que encendía la luz que distingue
unos días de otros,
las palabras oscuras de la saliva,
el corazón abierto de la intemperie.

Todavía llevo aquellos abrazos adheridos
a esta gran herida vertical y sinuosa
-que no sé si llamar melancolía o silencio-
que aún me hace temblar la memoria,
sobre todo, cuando va a cambiar el tiempo.

Porque un número me muerde la tarde
y oigo la parte de tu risa que aún me corresponde,
sé que a este lado del aparato no soy yo
ese hombre risueño que se disuelve
en la complicidad que duerme en los teléfonos.

Sino que conversas con el miedo que tengo
a que aquella mujer frágil que recuerdo
con la piel llena de labios,
sea una vieja mentira a la que aferrarse
o acaso
otra mentira nueva sin asideros.

martes, 3 de mayo de 2016

Firme aquí

Y un tres de mayo, tal como hoy, se me ocurrió registrar mis renglones cortitos en la oficina oportuna. No sé si un ataque de vanidad o una manera de darlos por terminados y dejarlos descansar por fin.

Hacia allí me encaminé -con mis palabras encuadernadas por triplicado- a una hora relativamente decente. Reconozco, aunque ahora me parece un poco infantil aquel pellizco, que iba nervioso y muy  emocionado.

Al final, por supuesto, hubo tasas y hubo sello.

También recuerdo muy claramente, aunque ahora me parece un poco infantil aquel pellizco, que ese día nadie me besó.



Firme aquí

Firme aquí,
por las dos caras
-y yo que pensaba
que todo tiene su cruz-,
el documento de haber
pagado las tasas,
dos grapas.

Cientos de espirales
retorciéndose en una caja,
millones de palabras
desperdiciadas en tinta,
horas aprisionadas
entre cartones y polvo.

Supongo que tú
estarías a esa hora en tu casa.
¡Si me hubieras visto!
Tan autor de nada
-quizá de algún sueño
roto, quizá autor de ese otro
que quisiera llegar a ser-,
tan día de la Cruz,
tan en Granada.

Me noto con un nombre más viejo
que alimenta palomas informáticas
en un banco de papel.
Planto niños que escriben árboles
y cumplo con la parafernalia
de parir un libro.

Me noto con un nombre más viejo
jubilándose de aquello
que nunca fue.

Francisco José.
¡Qué raro me siento
con este nombre tan viejo!

¡Qué silencio de oficina
suena ahora en las teclas
mientras las pulso!

Siento el dolor de mi pobre anónimo
que ahora agoniza oculto
aplastado por un sello.




EL GUARDADOR DE REBAÑOS

Desde la ventana más alta de mi casa,
con un pañuelo blanco digo adiós
a mis versos, que viajan hacia la humanidad.
Y no estoy alegre ni triste.
Ése es el destino de los versos.

Los escribí y debo enseñárselos a todos
porque no puedo hacer lo contrario,
como la flor no puede esconder el color,
ni el río ocultar que corre,
ni el árbol ocultar que da frutos.

He aquí que ya van lejos, como si fuesen en la diligencia,
y yo siento pena sin querer,
igual que un dolor en el cuerpo.

¿Quién sabe quién los leerá?
¿Quién sabe a qué manos irán?

Flor, me cogió el destino para los ojos.
Árbol, me arrancaron los frutos para las bocas.
Río, el destino de mi agua era no quedarse en mí.
Me resigno y me siento casi alegre,
casi tan alegre como quien se cansa de estar triste.

¡Idos, idos de mí!
Pasa el árbol y se queda disperso por la Naturaleza.
Se marchita la flor y su polvo dura siempre.
Corre el río y entra en el mar y su agua es siempre la
que fue suya.

Paso y me quedo, como el Universo.

(Fernando Pessoa)

lunes, 2 de mayo de 2016

En abril también llueve



Cuando las curvas se mojan
los papeles se arrugan como flores ajadas
y la tinta se corrompe en los arcenes.

En abril también llueve, a mares,
sobre el círculo de los naufragios
y los barcos de la memoria aguantan en vano
un corazón escorado sobre cuerpos verticales.

Sé de los surcos con olor a fecha quemada
que los frenazos de los coches van dejando
en los aparcamientos donde se aman,
frenazos como ladridos o como dentelladas,
como rumores de un sueño legionario
que defiende teléfonos y ventanas.

La foto antigua del espejo recién afeitado
me resalta la tersura con que están marcando mi rostro
los tiempos que nunca llegan
y las cosas que todavía no han sucedido.

Por la condena del ruido rabioso
con que la campana extractora me juzga,
ya no oigo si en abril también llueve
o es que alguien llora, de una en una,
lágrimas como pétalos de la margarita
que plantamos juntos en septiembre.