sábado, 23 de abril de 2016

Día del libro



Fahrenheit 451

El viejo seguiría en el mar y Robinsón Crusoe no habría zarpado. El último mohicano, digo yo que habría podido adelantar algún puesto; John Smith no sabría de mapas extraños y el Aleph aún sería, únicamente, la letra de un alfabeto.

Los cinco podrían haber sido cuatro y terminar emparejados, Harry Potter podría disfrutar de un instituto muggle con la cara llena de granos. Laputa sería el nombre de un garito de alterne, Zaratustra una marca de embutido y el Buscón hubiera podido, por fin, encontrar lo buscado.

Mafalda y Peter Pan estaría ahora más creciditos. Los tres cerditos, tal vez, habrían acabado en un estofado o serían los cocineros de algún restaurante vegetariano. Cenicienta sería libre para comprar electrodomésticos, Bella Durmiente tomaría pastillas para dormir al oír el jolgorio que se traen los enanos y Bestia, profundo y reflexivo, quizás quisiera plantearse seriamente salir del armario.

La Nana de la Cebolla se estaría pochando en una sartén. Penélope no habría tenido que tejer y estaría en el andén esperando que la cantara el Nano. Ariadna sería una chica bien y el Minotauro tendría un chalet en las afueras de palacio.

A Don Quijote no le habría sorbido el seso nadie y viviría felizmente su vida anodina hasta morirse de viejo. Hamlet y Otelo no tendrían ni dudas ni celos. Y, por supuesto, la Historia Interminable, ni siquiera habría empezado.

Ni yo tendría, como tengo, la cabeza llena de pájaros, los ojos manchados de tinta y un corazón escuálido, que deja que se le derramen versos tontos por las comisuras de los labios.


Nombre

Lo inolvidable no tiene fecha ni hora. Es, más bien, una sensación conocida y perturbadora que te devuelve, de repente y sin aviso, el detalle minucioso y exacto de lo vivido.

Por eso es que aún siento, entre mis dientes, el nudo de aquel collar; tu pulso acelerado que me late por dentro, el aroma dulce de tu cuerpo que se enreda en todas las brisas y tu voz, entrecortada, que me parte en dos la respiración contenida.

Noto tu pelo enredado en mis manos y tus ojos cálidos ardiendo en los míos con esa luz mágica, la que le da a la vida el color de los sueños, que vuelve a salir de ti cuando los cierro.

Lo inolvidable no tiene hora, ni día, porque no sucede ni caduca. Deja de ser recuerdo, ni olvido, ni sueño, ni sombra de duda, para formar parte de la verdad desnuda e indivisible de uno mismo. Y ya nada consiste en acertar con las fechas, que es un asunto anodino y vulgar, reservado a lo despiadado de las agendas.

Porque, desde aquel instante, cuando tus labios enjutos, tan cerca de mí, se abrieron para susurrarme al oido que te abrazara, abril se me hizo un libro infinito. Es tu nombre, el que está escrito en todas sus páginas.

jueves, 21 de abril de 2016

La última gota



De semen blanco escanciado
entre los pliegues de una sábana,
de sudor anónimo y cotidiano,
de algún caldo lentamente
cocinado entre pucheros,
de agua de la lluvia que desata
la tormenta de una despedida,
de la saliva de un beso furtivo
que atraviesa una primavera,
de la espuma del mar empujada
por la brisa y el salitre,
de una lágrima escapada
de la risa o de un suspiro,
de la sangre de tu herida
o de la de tu enemigo,
de la escarcha,
del mercurio de una fiebre,
de la nieve
o de la tinta que se agria
sobre el papel de este poema
en que me lees,
la última gota es la que siempre
desborda el vaso.

jueves, 14 de abril de 2016

Física doméstica

"La lengua es conductora de corrientes internas.
Los pies en el suelo procuran la toma de tierra."
ESTELA AGUILAR

El amor consiste en un sólo beso,
en un sólo suspiro,
un único momento de estupor es suficiente.

Hierro dulce en el centro,
dos cables alrededor del cuello
y una corriente
que transita.

Por cuestiones de física doméstica
-solenoide, imán, bobina-
la vida se queda imantada,
incluso teniendo los pies en el suelo.


El resto
-agradezcamos a la ciencia
su argumento inflexible,
aunque no nos exima del dolor-
es un irse gastando inexorable
de la carga de las pilas.

De atraerse por lo opuesto de los polos
hasta el largo devenir de la entropía,
sólo pasa un beso.


Los besos siguientes,
por cuestiones de física doméstica,
son un enorme adiós que sólo depende
de la gravedad, del rozamiento
y de la fuerza centrífuga.


Por cuestiones de física doméstica,
yo nos propongo,
una vez llegado el momento oportuno,
levantar los pies del suelo
olvidarnos del mundo,
y levitar en el aire.

miércoles, 13 de abril de 2016

Fábula



En un claro del bosque de las dudas, allá donde la noche se estrecha y cabe en un punto y seguido, debajo de la luna que nos mira a los ojos insomnes y brillantes, justo en el momento en que todos los sueños nacen equidistantes, la rana tomó la palabra y dijo:
-—No te asomes adentro sin mirarme antes por fuera. Acércate a mí por lo que puedo ser, pero no ignores lo que soy. No esperes golpes de suerte, no me vendas sortilegios extraños, no busques en mí más magia que la que tú traigas en las manos -—tomó aire para seguir croando y continuó-—. Y si aún así esperas rescatarme del mundo de los sueños, no pongas toda tu fe en un beso, ni tu corazón en un instante, sino en mí.

Mirando alrededor, hizo un largo silencio que sólo rompió para añadir en un tono inquieto:
-—Se nos hace tarde muchacho… ¿Y si vamos procediendo?

Después de oír aquello, no quedaron palabras que decir y nadie sabe con certeza si hubo beso. Yo sólo sé que sucedió después el gran milagro de que ella, encantada, no dejara de ser rana y él, precisamente por eso, siguiera siendo sapo.

Aunque no duren lo suficiente como para creer en ellos, existen los milagros. Los milagros existen cuando se entiende que no hay ninguna felicidad tan pequeña que pueda pasarse por alto. Ni siquiera, pues, tampoco, ésta verde de los batracios.

Después, quién sabe. Porque, qué importa que todo acabe, si ya sabemos de sobra que, lo que no nos gusta, nunca nos decepciona. Luego vendría un sí, o un no. Y más tarde, seguramente, amaneció.

Día del beso

¿Qué hay en un beso? ¿Te has preguntado alguna vez, sencillamente, que es eso? Tal vez, más que sólo un momento de felicidad. Dime ¿qué hay en un beso?

¿Qué hay en un sueño? ¿Son todas las cosas que te gustaría haber sido, todos los lugares que aún no has visto? Dime ¿qué hay en un sueño?

Yo sé que es bastante estúpido por mi parte, pero honestamente no lo sé. Cada vez que intento encontrar una solución, me sorprende cuán rápidamente me vuelvo así de lento.

¿Qué hay en un beso? ¿Te has preguntado alguna vez, sencillamente, que es eso? Tal vez, más que sólo un momento de felicidad. Dime ¿qué hay en un beso?

Y siempre que necesites un ligero refrigerio, puedes contar conmigo. Soy tu propio manjar, bien provisto para satisfacer todo lo que necesites.

¿Qué hay en un beso? ¿Te has preguntado alguna vez, sencillamente, que es eso? Tal vez, más que sólo un momento de felicidad. Dime ¿qué hay en un beso?

Reciclar



Tus monsergas eran la sal de la vida. Disfrutaba con tus juegos, con tus idas y venidas, con tu espíritu aventurero. Mi corazón inquieto saltaba de alegría con tus pesquisas de juguete envueltas en palabras tiernas.

Las dudas más bellas me florecieron en tus labios cuando intentaba adivinar el porcentaje de verdad con el que me estaban hablando. Me dabas la lata con tus preguntas —o por lo menos, eso decías—, que eran telepatía de travesuras con respuestas numeradas.

Me dabas la lata con hechizos, a la hora de la luna, con bebedizos de palabras que encendían sin esfuerzo todos mis motores. Me dabas la lata y la vida, de día y de noche, entre sonrisas de niña y sonrojos de pasión.

¡Qué lástima, corazón! ¡Cómo te echo de menos desde que reciclas!

martes, 12 de abril de 2016

Invocación



INVOCACIÓN AL AMOR PARA QUE SE SIENTE CONMIGO FRENTE A LA CHIMENEA

Ven conmigo
a este lugar donde el invierno se deshace,
al tiempo en que los troncos se rozan
y, la misma llama que luego todo
lo convertirá en cenizas,
baila juguetona con el aire.

No temas al humo, lánzate,
que las ascuas se derritan por tus labios
permitiendo a los sueños incendiarse,
que también el paraíso nos abre sus puertas,
aunque lleguemos tiritando
desde el filo de un desastre.

domingo, 10 de abril de 2016

Invitación



Cuando más necesito dormir, cuando más concienciado estoy de acostarme pronto para no levantarme desecho y de mal humor como casi siempre, más reluces en mi pensamiento con tu sonrisa contagiosa y fresca. Cuanto más fuerte cierro los ojos y la imaginación, más rápidamente rompes los sellos de la conciencia y entras en ella como por tu casa, para darme una vuelta que acaban siendo un ciento.

Cuanto más me resisto, más impaciente espero tu regreso. Cuanto más me esfuerzo en olvidarte, más cerca te tengo. Cuanto más me alejo de tu camino, más seguro estoy de querer volver al principio. Cuanta más paz deseo, más me gusta tu ataque cuerpo a cuerpo nocturno, intangible y sorpresivo.

Por eso esta noche me quiero dar por vencido. Me abandono a tu suerte y acepto el desafío de esperar tu visita completamente despierto. He dejado abiertas de par en par las ventanas del corazón, la puerta de casa sin cerrar y una música suave para que no te pierdas por el camino.

Visítame esta noche. Me lo tienes prometido.

sábado, 9 de abril de 2016

Crisálida



He descubierto esta mañana una crisálida en el jardín que, colgando de una brizna de hierba doblada por el peso sobre el hormigón que separa los parterres, parece estar en el acantilado de una costa minúscula que se abre al océano de un charco.

Ahí en el filo, mirando abajo, el mar parece liso, inocuo, blando. El viento se restriega contra la espuma y te la deja respirar para que se llenen tus pulmones de aventura.

No parece tan alto el abismo cuando me revientan en las manos las ganas de volar. No parece tan terrible besar el agua, no te la imaginas tan fría como la que viene de la melancolía de mirar atrás con una lágrima en la mejilla.

El vértigo es juez y testigo de la endeblez de tus piernas cuando las llama el abismo con un eco imperceptible de ondas en azul. No se puede contener la inquietud que late en el pecho, ni las alas que da el deseo, ni la asfixia de la virtud.

Asomado al precipicio, en el borde del acantilado, nada importa saber si es pecado avanzar o cobardía retroceder. Ni si es mejor ganar o perder un equilibrio tan desesperado que sólo puede apoyarse en la imaginación.

Morir mariposa o vivir gusano. Ahora y desde hace un tiempo, aquí y en la crisálida del patio, siempre es la puñetera cuestión.

jueves, 7 de abril de 2016

Despiste de abril



He mirado por todas partes y no lo encuentro. Debajo del montón de libros que tengo en el escritorio y dentro del lapicero en el que acumulo los clips de colores que nunca uso.

¡Qué rabia no tenerlo a mano! Siempre pasa lo mismo con todo, justo ahora que lo necesito, no doy con él. Ya he mirado también en los cajones y los he puesto patas arriba. Y estaban llenos de bolindres, de papelorios y de pamplinas, que guardo en ellos como un absurdo tesoro. Pero tampoco estaba ahí.

He mirado también en la carpeta Mis documentos, por debajo de la impresora, en la mesilla de noche. He revuelto la cómoda, he abierto el armario y he mirado, de uno en uno, en todos los bolsillos de las camisas y de los pantalones. Nada, aquí tampoco.

A primera vista no se ve encima de la tele ni entre los cojines del sofá, ni en el armarillo de las medicinas, ni en el escurridor. ¿Se habrá caído dentro de la lavadora? No, no creo. Digo yo que eso flota, aunque no lo sé.

Ni en la alacena del chocolate. Bueno, ahí sabía que no estaba, pero no he podido evitar tirar un mordisquito para la ansiedad. Ni en la puerta de las cacerolas, ni en el frigorífico. Ni en los bolsillos, ¡eh, que no soy tonto!, que me he tanteado la ropa y me he mirado las manos. Ni en el pelo, ni en los ojos, ni en la boca. Creo que me voy a dar por vencido. No sé dónde puede estar.

Esto me pasa por desordenado, por este atolondramiento que tengo para las cosas importantes. Y lo peor de no encontrarlo es que ahora me avergüenza la duda y no sé si podrás perdonarme este despiste. ¡Qué rabia! ¿He perdido tu beso o es que, al final, no me lo diste?

¡Con la falta que me haría tenerlo ahora! Para taparme con él la boca y dejar de hablar solo.